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Al final, los expertos descubrieron que sólo una hora de retraso en el desayuno aumentaba el riesgo de desarrollar una cardiopatía en un 6%, y cuanto mayor era la espera, mayor era el riesgo. En el caso de la cena, el riesgo era mayor, ya que una comida tardía (después de las 9) aumentaba el riesgo de enfermedad cerebrovascular en un 28% en comparación con los que hacían la última comida antes de las 8.